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Reparar los errores, una habilidad para la vida.


Cuando los niños hacen algo irresponsable o irrespetuoso, el adulto que lo cuida, en lugar de castigarlo, debe darle la oportunidad de compensar su conducta. Esto no funciona si la actitud del adulto es punitiva con la clara intensión de hacerle “pagar al niño” su falla. En cambio, resulta útil si es firme pero respetuosa, haciendo que el niño participe en la decisión de cómo desea reparar la falta.


A continuación, te comparto la siguiente historia que te aclarará esta idea: Mónica y Pilar aventaron naranjas al carro del vecino. Su madre se sentó con ellas y las involucró en la discusión haciéndoles preguntas abiertas de una manera muy cordial. Primero reconociendo, “Me imagino que debió ser muy emocionante y divertido aventar naranjas al auto del señor Sandoval, pero me gustaría suponer algo. Me imagino que ustedes no pensaron cómo se sentiría el señor Sandoval cuando viera el desastre que había sobre su auto.” Ambas niñas parecían sentirse un poco culpables. Su madre continuó, “¿Cómo creen que se sintió? ¿Cómo se hubieran sentido ustedes si alguien les hiciera lo mismo a su auto?” Las pequeñas admitieron que no les hubiera gustado. Entonces su madre preguntó, “¿Qué creen que pueden hacer para reparar la falta que cometieron en contra del señor Sandoval? Las niñas se encogieron de hombros y dijeron que no sabían. Entonces su madre persistió, “Vamos niñas, no se trata de meterlas en problemas. Todos cometemos errores y se trata de que aprendamos de ellos y hagamos cualquier cosas que pueda reparar nuestra falta. Ustedes son buenas resolviendo problemas. ¿Qué las haría sentirse mejor si tuvieran un auto y alguien les aventara naranjas?” Pilar dijo, “Supongo que me gustaría que esas personas me pidieran disculpas.” La madre dijo, “¿Alguna otra cosa?” Mónica respondió, “A mí me gustaría que esas personas lavaran mi auto” Entonces la mamá añadió, “Esas son excelentes ideas. ¿Estarían dispuestas a hacerlas para el señor Sandoval?” Las niñas parecían renuentes, pero finalmente aceptaron que eso era lo correcto, entonces su madre dijo, “Sé que esto es difícil, pero también sé que se van a sentir mejor con ustedes mismas cuando lo hayan hecho. ¿Quieren que las acompañe, o prefieren ir a hablar con el señor Sandoval ustedes solas?” Las niñas acordaron ir solas a hablar con él.

Mónica y Pilar tuvieron suerte de que el señor Sandoval era una persona amable. Él reconoció que se requería valor para admitir los errores y hacer algo para repararlos. Si hubiese sido gruñón, de todas formas la madre de las niñas las hubiese motivado a reparar su falta. Aún cuando a la gente no le agrade aceptar las reparaciones, es fácil imaginar que Mónica y Pilar pensarían más en las consecuencias de sus actos en el futuro.


Reparar la mala conducta es estimulante, pues enseña responsabilidad social. Los niños (y todos) se sienten mejor cuando ayudan a otras personas. Cuando se ayuda a reparar la faltas de una manera no punitiva (no violenta), es motivador porque los niños experimentan la oportunidad de aprender de sus errores y corregir cualquier problema. Reparar también es estimulante porque los niños aprenden que pueden ser responsables de su conducta sin sentir temor, culpa, vergüenza ni dolor.

Es muy triste que los adultos piensen que es más importante que los niños sientan culpa, vergüenza y dolor por lo que han hecho cuando en realidad están aprendiendo, en lugar de enseñarles a reparar sus faltas y experimenten el tipo de motivación que los inspirará a abandonar su mala conducta, aprendiendo a ser responsables sin necesidad de lastimar su dignidad y respeto. Jane Nelsen, Disciplina Positiva.


Si te hace sentido los que Jane nos dice, te invitamos a compartir este texto con más familias.











Por Carla Herrera Entrenadora en Disciplina Positiva Directora de Pequeño Gran Humano

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