Cómo manejar berrinches a la manera de Disciplina Positiva

Un berrinche es una descarga emocional considerada normal en el desarrollo de niños y niñas de entre 1 y 4 años aproximadamente y dependiendo del temperamento del niño/a, del ambiente y del estilo parental.
Las rabietas o los berrinches se presentan porque los niño(a)s, conforme van creciendo, tienen la necesidad de hacer más cosas por ellos mismos. Ya son caminantes y explorar el entorno resulta muy estimulante.
Lo que sucede es que cerebros van desarrollándose poco a poco y con ello sus capacidades físicas, motoras, intelectuales y lingüísticas, mismas que por su edad, no están 100% desarrolladas, lo que les produce rabia, miedo o frustración al momento de realizar algo en lo cual apenas va incursionando.
Cuando una rabieta tiene lugar, el cerebro del niño/a se inunda de sustancias y hormonas estresantes como el cortisol, la adrenalina y la noradrenalina. Estas hormonas llamadas “del estrés”, hacen que sus sentidos queden fisiológicamente bloqueados, es decir, que cuando los niños están teniendo una rabieta muy fuerte, pierden la capacidad de escuchar y razonar lo que los adultos le están diciendo o indicando en ese momento.
Las rabietas se manifiestan a través de:
Llanto excesivo
Gritos
Patadas
Golpes
Tirarse al piso
Romper cosas
Contorsiones corporales
Pegarse a sí mismo
No obedecer y desafiar
Brazos cruzados, ceño fruncido y dientes apretados
Y muchas otras formas más... (Hay niños muy creativos realmente :P)
Por eso, cuando un niño/a se encuentra en plena descarga emocional, es necesario esperar a que simplemente “pase la tormenta” para que la química hormonal disminuya y con ello sus sentidos le devuelvan la capacidad de la escucha y el razonamiento. En el cerebro humano tenemos las llamadas las neuronas espejo que se encargan de imitar los sentimientos y los comportamientos de las personas que nos rodean. Dado entonces que los sentimientos se contagian, he aquí que lo más importante que todo adulto debe saber a la hora de guiar un berrinche o una rabieta, es que su propia respuesta y capacidad de autorregulación es crucial para ayudar al niño/a. La clave del éxito está en lograr que el adulto conserve la calma y permanezca centrado para saber qué hacer, qué decir, cómo actuar y sobre todo, contagiar literalmente esa tranquilidad al pequeño/a en caos emocional.
Profundizando un poco más en neurociencias, les cuento que los berrinches se originan en el cerebro mamífero o también llamado cerebro límbico, en donde se encuentra el centro de control de emociones. Como los niños están pequeños, las capacidades de regulación emocional son inmaduras, por tanto, cuando vive algún episodio que le causa miedo, rabia, frustración o angustia de separación, se disparan los “sistemas de alerta del cerebro medio” produciéndose una rabieta.
Pero además de estos disparadores emocionales, existen también disparadores fisiológicos como el hambre, el cansancio y el aburrimiento que ocasionan fuertes rabietas a causa de los efectos que producen a nivel cerebral. También existen otros factores menos influyentes pero que también pueden llegar a producir berrinches de manera secundaria. A continuación les presento algunos ejemplos:
Situaciones extraordinarias (muertes, mudanzas, llegada de un hermanito, etc.)
Estrés materno o paterno
Inmadurez emocional o física del niño para realizar ciertas cosas
Necesidad de reconocimiento y atención (se sienten solos)
Falta de estructura y límites (demasiada flexibilidad o por el contrario, demasiada rigidez)
Incomprensión del mundo infantil (tiempos y necesidades)
Algo importante que los padres o cuidadores debemos entender a la hora de guiar eficientemente un berrinche, es que una rabieta nunca debe ser el medio para que un niño/a consiga algo material. Muchos pequeños caen en